Retos de la educación en España
Nos encontramos ante un momento social y político de gran trascendencia. De las decisiones que tomen nuestros gobernantes (y de las demandas que hagan los ciudadanos) dependerán nuestro modelo económico, estilos de vida y expectativas de futuro. La educación es más relevante que nunca, pues la formación en valores y la construcción de nuestra visión inicia su forja en la escuela. La educación ha vivido un cambio sin precedentes, pero al igual que un péndulo, tiene que volver a equilibrarse después de la enorme corriente de cambios que hemos vivido en la última década. Los tres retos más significativos en el sector de la enseñanza a corto plazo serán la formación humanística, enseñar a nuestros alumnos a pensar, y la formación del profesorado.
Formación humanística vs. preparación profesional
Los colegios empiezan a tomar la iniciativa después de varias décadas encorsetados por diferentes leyes educativas. En la actualidad, el Estado se encarga de la toma de decisiones a nivel macro (pensando en el país y sus intereses) y a nivel micro (definiendo qué y cómo se debe aprender). En el contexto actual de cambios rápidos y continuos nuestros dirigentes se ven sobrepasados y, en ocasiones, incapaces de atender las necesidades de los centros de enseñanza (micro) y diseñar políticas educativas (macro) que atiendan a los tres puntos clave de una educación para el siglo XXI: formación, ocupación y ciudadanía.
Los colegios se han visto en la necesidad de innovar a todos los niveles; metodologías de enseñanza, formación del profesorado, nuevos métodos de evaluación, tecnología, acción tutorial y, por supuesto, proyecto educativo (contenidos, aptitudes y actitudes). El reto para los colegios será diseñar un proyecto educativo con un equilibrio entre la formación humanística y la preparación profesional.
Enseñar a pensar, actuar y liderar
Nuestra sociedad depende cada vez más de la tecnología y “sus beneficios”. Esta dependencia trae como consecuencia la obsolescencia de un número significativo de habilidades que dejamos de aprender y de desarrollar. Pero, sobre todo, nos vamos poco a poco convirtiendo en seres pasivos que se dejan llevar por las circunstancias y que se sienten incapaces de cambiar las cosas. Dada la enorme cantidad de información existente y el poder de las redes y medios de comunicación de influir en la opinión de las personas, es esencial aprender a pensar por uno mismo, desarrollar criterios propios, y entender cómo funciona el mundo y los intereses que lo mueven.
Por otro lado, nos encontramos con la amenaza que suponen las maquinas para el modelo de trabajo actual y bienestar de los ciudadanos. Las empresas demandan perfiles profesionales (y personales) que reúnen características tan importantes como la iniciativa, pensamiento lateral, empatía, constructivismo, creatividad, oratoria y retórica, habilidades comerciales… y sobre todo personas que ven “más allá”.
Siendo el colegio la primera estación en la vida profesional de una persona, por ser el espacio y el momento en el que comienza su desarrollo intelectual y acumula sus primeras experiencias, podemos concluir que el colegio tiene el deber de preparar a sus alumnos para poder desarrollar con éxito su profesión. Y consecuentemente, la formación que reciba hoy tiene que adaptarse a las necesidades de la sociedad y de las empresas de hoy y de mañana. Y ahí es donde entra en juego el humanismo, los valores y la ética, pues sin ellos nos convertiríamos en meros instrumentos y seríamos fácilmente sustituibles por una máquina. El mundo necesita liderazgo y este liderazgo debe despertarse en los colegios.
Formación del profesorado y nuevos métodos de evaluación
La tendencia en los próximos años será contratar profesores especialistas que aporten una enseñanza de calidad basada, sobre todo, en su experiencia en entornos no educativas. Así, una coreógrafa del musical El Rey León podría ser nuestra profesora de música y danza. O un programador de videojuegos nuestro profesor de nuevas tecnologías, o un arqueólogo, el profesor de historia. Para un alumno tiene mucho valor la experiencia que haya podido adquirir “en el mundo real” un docente.
Un sistema educativo es tan bueno como lo son sus profesores. Si queremos lograr un alto nivel de desempeño en nuestro alumnado tenemos que reforzar la formación de nuestro profesorado para desarrollar en ellos aquello que queremos que enseñen a nuestros alumnos. No se puede enseñar aquello que no se sabe. El reto es cambiar el punto de vista sobre la evaluación, pasando de ser “jueces” a ser “entrenadores”. El proceso de aprendizaje del alumno es más importante que lo que pueda saber o no un alumno. Es vital para los colegios (y sobre todo para sus alumnos) construir un modelo de evaluación que nos ayude a mejorar y a superarnos de una forma “amable”.
Por otro lado, lo que evaluamos se convierte en lo que enseñamos. Tenemos que adaptar nuestros métodos de evaluación a lo que queremos que aprendan los alumnos. Este ejercicio debe hacerse en todos los cursos y con todo el personal docente del colegio. La evaluación debe ser trasversal y contextualizada, emocionantes y ligeramente estresantes, y nunca perder el concepto básico del juego. Debemos evaluar las emociones, el trabajo en equipo y la superación de retos. Cabe destacar que los métodos de evaluación preferidos por los alumnos son observación por parte de los profesores, conversación con profesores y exposiciones orales.
Este modelo nos lleva de forma necesaria a revisar nuestro plan de acción tutorial para convertirlo en una práctica individualizada. Actualmente existe discrepancia entre lo que el alumno y el profesor esperan de la evaluación. Por ello debemos diseñar con ellos una línea común de evaluación, personalizada, y con unos objetivos que les ayuden a superarse progresivamente.